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¿Cómo enfrentar los permisos adolescentes para no convertirse en la “peor mamá o papá del mundo”?

¿Qué hacer para no caer en la categoría de “los peores papás del mundo”, “los únicos que no dejan salir”, “los más cuáticos”, y librarse de gritos, llantos, portazos y miradas de odio infinito? Francisca Puga, directora ejecutiva de Triple P Latinoamérica, señala que lo primero es anticiparnos. “Sabemos que eso viene, por lo que debemos, desde ya, comenzar a tener conversaciones abiertas con nuestro hijo o hija. Conversar y tener una relación de confianza es fundamental para prevenir conductas riesgosas, como el consumo abusivo de alcohol, probar tempranamente las drogas y tener un comportamiento sexual de alto riesgo o no protegido. ¿Simple? ¡No!”.

 

La psicóloga agrega que cualquier padre o madre que ha intentado sostener una conversación con su hijo o hija adolescente, sabe que en muchas ocasiones estas terminan en portazos, gritos o en un “¡tú no me entiendes!”. Y que, frente a esto, la tentación de varias mamás y papás es tratar de ser “amigo” de su hijo, para que cuente en qué anda, con quién se junta y dónde va, o darse por vencidos y tratar de no saber demasiado. “Sin embargo, ninguno de estos caminos son la solución, porque se torna difícil guiar y poner límites”, precisa.

 

“Aconsejo a los papás que ‘investiguen’ sobre los riesgos a los que creen estarán expuestos los hijos. Luego, conversen y contrasten la información con la de otros padres, con compañeros del hijo u otros adultos, por ejemplo. Una vez que tengan claro qué les da miedo de cierto lugar, planteárselo al hijo con claridad, concretamente: ‘Me da miedo que vayas a este lugar, donde habrá personas que pueden haber bebido bastante’; ‘Me da susto, porque he escuchado que en ese lugar se arman muchas peleas’, ´Sé que vas a tomar y me da temor que no estés en condiciones de defenderte si alguien, por ejemplo, te asalta’. Si hablamos así de claro con nuestros hijos e hijas, estamos abriendo una tremenda posibilidad de enseñarles (y muchas veces aprender juntos) a protegerse de los riesgos a los que pueden estar expuestos”.

 

Una vez que se explicitan los riesgos, se le puede dar la oportunidad al adolescente de que piense cómo prevenirlos y manejarlos, para así construir juntos un plan y negociar un acuerdo: “Papá, ¿qué te parece si nos quedamos hasta tal hora?’; "Mamá, ¿y si prometo llamarte cada una hora?”. Además, agrega Francisca Puga, se puede ensayar e idear estrategias más específicas con el hijo: “¿Qué dirías si alguien ofrece llevarte? ¿Qué puedes hacer si ves que está comenzando una pelea? ¿Y si van caminando y alguien los quiere asaltar?”.

 

La psicóloga agrega que, luego de esto, es importante que los padres expresen al hijo claramente qué va a suceder (consecuencia) si no se cumple lo acordado. “Si se cumple, el canal va a quedar abierto para ir desarrollando confianza y que el adolescente vaya teniendo más autonomía y responsabilidad. Por esto, es muy importante que después de la fiesta o salida, siempre se converse acerca de lo que sucedió, de lo que salió bien, de lo que resultó y de lo que no… Los padres no podemos construir murallas alrededor de los hijos para protegerlos, pero sí podemos ayudarles a hacerse responsables e ir desarrollando la autonomía para desenvolverse en el mundo, con los riesgos que este trae”, puntualiza Francisca Puga.